
No seguiré asfixiándome
en los paréntesis del autoengaño
de este futuro trémulo e inviolado
que mis sueños escriben
en la invisibilidad del cenit
mientras el amor se diluye
en las nieblas del olvido.
No volveré a preguntar,
ávida de desdevanar el misterio
de lo que callas,
pues tus gestos imprecisos, sueltos,
te delatan en lo que tanto reprimes.
Devuélveme, ahora,
antes de que se pierdan
en las orillas del recuerdo,
esos trocitos de mí
incrustados en las grietas de tu ocaso.
Luego, quédate a contemplar mi renacer
allí donde el horizonte descansa,
y mira como me yergo desnuda
resquebrando la escarcha que se originó
en el cuarto menguante de tus miedos.
© María Meilán
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